LAMENTO DE UNA EXTRAÑA

El viento está vistiendo
ésta soledad en un falso frío
que sacude las lágrimas
de un torbellino,
que está aquí adentro
molestando e hiriendo
mis sentimientos.

Nadie toca lo que siento,
nadie entiende mis pensamientos,
despierto en las mañanas en busca
de un nuevo día y el sol se termina.

Los ideales no desmayan;
mi esperanza
es un crujir de sollozos,
todo parece nada,
ya no sé qué decir
ni que callar para no molestar
al que me habla.

Este mundo no es mi mundo,
por más que trato
de pertenecer a los humanos;
es tonto pensar esto,
mas eso me están declarando.

Me duermo y dejo de mirar el cielo,
tal vez sea la última vez que lo vea
o mañana dejen de llover las estrellas.

Preguntas tengo
y todos las acechan,
prefieren mi silencio
como si fuera un tormento,
estoy cansada
de ver lo que veo,
estoy harta de soportar
los malos recuerdos.

Las ideas para empezar el colegio
se desechan en hipócritas sonrisas,
entonces la vida…
se me va de las manos,
pues es insoportable
estar en un mundo extraño.

Creo en mí, y cada paso que doy
para los demás es como si pisara el cielo;
soy así, no lo entienden…
no ven  que no soy
como ustedes y que odio
cada sarcasmo que me advierten.

Tengo algo en el alma
que me traiciona,
que me golpea
como la ola a la roca;
lo mejor sería irme,
renunciar a ser la estatua
a la que pueden tomar
y dejar cuando les conviene.

Si huyo seré una cobarde
y si me quedo una valiente
que arde  en el precio
de sus hechos inmortales.

Una extraña gime
entre sus vastos saberes
y sabe que entre sus gemidos
no quiere cambiar.
Quiero ser yo siempre
aunque sus voces
estremezcan mis deberes.

Aquí estoy, escondida en la sombra
de los árboles de cabellos sorprendentes,
nadie me ve, ni el sol ni los atardeceres,
y es ahí cuando logro ver
aquellos pies que creen ser firmes
en las huellas que padecen.

Pareciera que tuviera fiebre
en mi memoria, todos han de decir
está loca, porque los diferentes
somos unos dementes
para los que la igualdad en moda
no es una justicia sino una onda.

Me duele estar así, segura de mí,
con dudas que me interrogan,
que se espinan en las mentes
de travesuras incoherentes.

Dios, nunca te pregunté el por qué,
pero ahora lo necesito,
corre por mi sangre el delirio,
dime qué puedo hacer 
para no ser la burla o la desconfianza
de la gente que no me comprende.

Nadie tiene conciencia de lo que hace,
sus incógnitas no tienen signo de respuesta;
mi pecado: no pensar igual,
lo que me hace un bulto
de dolor sin imaginación.

Como las heridas que me ponzoña,
que en la sal de una lágrima se transforman,
caerles bien o mal ya no me interesa,
pero si su gratitud eterna y sincera.

Te pido mi Dios que ya no me causen
el dulce sabor del perverso
señor de los entierros,
por sus pronunciadas inequidades
moriré ignorando mi arte.

Burlas, mentiras, verdades;
de cualquier forma
me hacen daño con un bien a lado;
sentada en este hierro
que no tiene compasión
de mis huesos,
escribo con el venir del viento,
alejada de los gritos
en imanes lanzados.

Esto logra liberarme, es como si la paz
herida está apretada
en el corazón con sangre;
el esfero aún llora por dentro,
me escribe un sueño
y una pesadilla en la sed
de mi pecho.
Ya no llores, ya no llores es el gemido
que se hundió en mis deseos.

Adiós, bajó el sol,
me despido de ustedes
que han escuchado mi lamento,
el silencio comunica estos pesares;
me voy porque cuando
cante la sirena que atraviesa
y finaliza el tiempo
que me gasté en decirles esto,
volveré, es lo más probable,
ojalá no retorne melancólica
para que no se cierre
el verde de sus hojas.

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