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TE LO PUEDO DECIR

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Subraya mis simulaciones, resalta de verde mis actuaciones, pone equis a mis sonrisas, me hace soñar que estoy viva cuando recuerdo que estoy extinta. Se parece a mí, me guarda ese parentesco, me dramatiza la felicidad y jamás me cree lo que todos si son capaces de creerme. Hace injerencia en mi piel, estalla la melancolía que pulula en mi carne, me tiene la paciencia que nadie me tendría, y mi error es no preguntarle cómo ha pasado. Pero a ella eso no le molesta, no tiene humanidad, se conforma con la mía, causa susceptibilidad, se ha inscrito en mi razón de ser y no es mi amiga. Es un diccionario de mis paradojas, es la carta que no puedo enviar y solo puede ser lo que algún día quizás publicarán o publicaré. Está aquí ahora y no entiende por qué le digo esto, solo le explico que trato de recuperar algo de lo que perdí, aunque sepa que gané, que sus estruendos me tranquilizan porque el silencio me desc

REPASOS

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He repasado las mañanas, me parecen lecciones de ayer cuando las tardes aún eran blandas y las noches no me reprochaban las nostalgias.   Sigue ella aquí, semiinconsciente, temerosa de dejar espacios y escuchar sus silencios cuando el día tiene veces, cuando las veces no hacen el día. Sé que he faltado a mi promesa y aunque me desnude los labios no acabo de descargar todas las palabras que retiren la última lágrima de mi corazón. Mudos mis sentimientos, átonas las campanas de mi llanto. He revisado su rostro y sé que sus lagañas no se limpiarán cuando yo las acaricie. El cansancio se rebota en mis ojos y es posible que me quede dormida cuando el tiempo se me adelante. Me quedan dos sonrisas y tres lágrimas sobre ellas reposando. Quiero adelantar mi muerte, quiero precipitar mi vida, quiero aún migrar por un sueño, quiero recapitular lo que estoy viviendo.

PRIMAVERAS ENVEJECIDAS

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Son las de las esquinas perdidas, vagabundas que duermen el día para vivir la noche con faroles, para vivir el azul y el negro en un mismo tiempo si así lo requieren sus amantes, clientes y dueños. Son las de un ego artificial, damiselas con lámparas para caminar, son las de un sensual pasar, quienes con sus tacones levantan el hambre de los hombres y el polvo de la calle que transforma en mestiza la noche. Son las vampiras del dinero, sangre del deseo, una lascivia confundida en sus despeinados cabellos, que sombríos brotan el dolor de ser sostenidos por las manos de aquellos. Son las de una fuerza que la sociedad debilita, desprotege y desconoce por vida. Son ellas las compañeras de contrato, las de mozos y escandalosos golpes, cuales bestias arrancan con sus uñas los pelos sucumbidos de mujer alguna, trayendo además navajas en sus bocas, afiladas a un desentendido y ultrajado vestido. Son las de rostros de alfombra, que al