VALENTINA

Es tan fácil ser ella, 
es solo una muñeca
que no tiene quejas de la vida,
que la vida no se queja de ella.

No está programada 
para no ser nadie que no sea ella.
Nadie intenta ser como ella,
demasiada adrenalina en su batería.

Se despierta sonriendo,
sonríe descansando;
no conoce de riesgos,
los riesgos la reconocieron.

Tiene clavijas de esperanza
que abren nidos para albergar
a los que gustan escucharla,
platicar con sus consejos.

La rutina no es su mañana,
mañana no sabe donde estará
dando vueltas por la vida,
renunciando a morir como muñequilla.

Se prende por no dejar
este mundo carcomido
de resentimientos,
dopado de conflictos.

Tiene el rostro representado
por su alma y la veo tan feliz andando
por caminos espinados,
ofreciendo flores a los caminantes.

Veo el destello de sus ojos
en las estrellas de la noche,
esa noche en la que se desprendió
los canutillos que zurcían sus retazos.

Esa noche alzaba su mirada
con el pecho abierto 
en el que el sueño de mujer se descubría
y a todo pulmón gritaba ser de carne y hueso.

Fue entonces cuando la vi
vencer todos los miedos
luchando por la justicia,
curtiéndose la piel de valentía.

La vi descoser su pasado
para sanar desde adentro
su presente y llegar en movimiento
de traslación a su futuro.

Por cada decepción que padeció
se le duplicaron las ilusiones,
las palabras eran segundos, los minutos 
y las horas se recitaban en poesía.

Aunque tiene nombre de valiente,
aprendió a ser Valentina
con la cabeza fría
y el corazón ardiente.

La verdad la activó como un tesoro
que no esconde, que lo expone
ante todos y todos pueden
lucir las joyas de ese tesoro.

Fuera de su caja es más feliz
que nunca, acumuló experiencias 
que valoró y agradeció con oraciones,
quería merecer ser Valentina.

Nunca he visto a alguien
más feliz con su pañoleta 
de mezclilla, su blusa sin etiqueta,
sus pantalones de colores.

Nunca he visto a otra muñeca
ser tan feliz con sus medias tobilleras
y sus zapatos deportivos,
trenzando los vientos más aguerridos.

Está reconstruida, se dio de alta,
no tiene más vida que su respiro
al aire limpio. Se abanica
entre panoramas, es el silbido de la vida.






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