ABUELITO
No tenía
fiebre,
era la
temperatura de su
habitación,
se recordaba
orando y
oraba cada mañana,
cada noche, cada
día memorias
de algo que
aún no comprendía.
Él me
buscaba en su conciencia,
yo lo
encontraba en aquel tronco
de madera
escapando notas
en su
rondador, soplando coplas
al viento,
olvidando la locura
que en su
mente solo era música.
Era el hijo
del hombre
regresando a
ser niño,
era el niño
de más de catorce hijos
y el hijo de
su rondador
y su
rondador un padre consentido.
Vengo esta
mañana
a pedirle su
bendición,
no entristezca
ante estos versos,
solo fue mi
inspiración
que a veces
pierde los sentidos
cuando
alguien piensa que
usted los ha
perdido.
Vengo por un
abrazo
por un
recuerdo deshojado
en su
conciencia, por un café
con pan para
desayunar
juntos en la
mesa y tan solo
por escapar
en los suspiros
de su
rondador, abuelito.
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