LUNES DE MERCADO



Qué simpático es llegar a decir
que uno de los días de la semana
sin tanto lío es el lunes de mercado.

Me da hasta risa decirlo
ni yo misma lo creo,
si antes de los dieciocho
era un dolor de cabeza
percibir la zona de mariscos,
las carnes y los mondongos.

Comprobé que si quieres
estrenarte en la edad adulta
deberás ir solo al mercado,
de lo contrario no existirá un hecho
que demuestre que ya eres libre
para elegir cómo mantener
sano a tú cuerpo.
 
Qué sencillo me resulta
ir de compras con mi bolsa
sin ninguna nota,
y es que la fiesta de colores orgánicos
que celebran mis ojos
me hace recordar mucho más
de lo que tengo pensado comprar.

Me divierto con el llamado
de las caseritas, con el baile
que te das en cada pasillo
saludando con las ‘matroncitas’
y los ‘patroncitos’.

La mezcla de los olores,
la batalla de los precios,
el tino para escoger bien el producto,
el ojo para el peso,
¡cuánto vas aprendiendo
para consumir con éxito!

Es toda una algarabía
encontrarte con conocidos
en pantalonetas y zapatillas,
en pijama o en ropa deportiva.

Los lunes de feria es
como estar en familia,
tal cómo te despiertas te paseas
en chancletas y entre el zumbido
de la gente en busca
de un desayuno nutritivo
para sostener el día.

Así es el mercado,
un placer de sabores
que llevas para disfrutar en casa.

Creo que la multitud se preocupa más
de cómo vestir para ir a misa
que cómo lucir entre tantos
granos, frutas y hortalizas.

Sí antes no me gustaba ir al mercado
hoy me gusta el doble
de lo que no me pudo gustar.

Todos vamos por un objetivo:
alimentarnos y alimentar
a los que nos esperan en la morada,
todos regresamos
con algo en la bolsa,
algo más de lo que resta
el aire acondicionado
en las cadenas de súper mercados.

A dos cuadras de casa
el mercado de la 18 de Noviembre
a quién no le puede gustar.

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