ILUSIONADA

He dejado que los días
se lleven mi coraje,
mis lágrimas,
las que me arrancaste
del alma
y el alma empañada
de lágrimas
no podía ver la luz.

Me enseñaste a amarte
con tanta ilusión,
yo como buena estudiante
aprendí la lección,
mas en la prueba final
reprobé ante tú astucia
para el engaño y me quedé
con la duda,
si es que me hiciste un corte
en el pecho para saber
si había dentro de él
un corazón y por eso
me elegiste como tú experimento
ó fui yo la que experimentó
el amor con la persona equivocada.

Contigo aprendí a estar
ilusionada y en la ilusión
supe lo que es que te traten
el corazón fuera del pecho
para luego devolverlo
de un solo golpe.

Dejaste a mis entrañas
que estallaran a girones
de mi seno,
por eso no escribía,
porque no quería bañarte
de sangre con mi melancolía,
porque no quería
que el coraje hablara por mí,
si no mis sentimientos,
los que para ti son solo ilusiones.

Mientras él dominaba
la mente de su pueblo
y a todos nos resultaba
increíble, siempre me
dijiste que era increíble,
tú dominabas mi corazón.

Me ilusionaste no como
la primera vez si no
como ninguna o tal vez
fui yo la que me inventé
la ilusión como ahora
tú te justificas.

Cuántas veces me hablaste
de Dios, del amor
que te tenía, que creíste
o me hiciste creer que él
movió todo el universo
para que pudieras encontrarme,
para que supieras
que sí era real la mujer
de tus sueños,
a la que esperabas
sin ninguna esperanza,
con tú guitarra guardada
y abandonada en algún rincón.

Si yo ilusioné eso,
debo pensar que era la mujer
que esperabas para vengarte
de aquella que tanto amaste
y que no correspondió
en su momento a tus sentimientos.

Me dijiste que habías
hecho por mí
lo que nunca habías
hecho por nadie.
Y sí… hiciste tanto…
que fingiste estar
enamorado de mí,
que ni tú mismo
te lo creías,
que no creías
por qué yo pude
fijar mis ojos en ti
y solo te contesté
diciéndote que había
visto tú corazón,
solo que en aquel momento
mi dimensión era la tuya.

Me enamoraste para
tenerme cerca, para saber
cómo respiraba, cómo lloraba,
cómo desahogaba mis iras,
para saber todo de mí
hasta lo que nunca encontraste,
ni un poquito de malicia.

Escarbaste el territorio
de mi alma con la confianza
que te di, te di la llave
para que desbloquearas
mis ganas de enamorarme.

No entiendo si te hiciste
el bohemio o te hiciste el loco.
Regresaste a acariciar tú guitarra,
a entonarme y a escribirme
una canción, llamándome
tú princesa, la que toma café
amargo en su balcón…
y no terminaste la letra.
Me contaste que no sabías
como finalizar la melodía
ni aún después de que
te conversara de mis zapatos
viejos, los que usé
por trescientos sesenta
y cuatro días, con los que
caminé, corrí, me caí
y hasta dormí,
esperando que mamá
se levantara de su sufrimiento.

En esta ilusión,
no sé si esa canción
también  me la inventé yo,
yo que solo te narré
mis experiencias
con los desnudos de mi vida.

No sé si querías probar
si era ser humano,
también escuché
tus historias, tus anhelos,
tú vida, la que
supuestamente
querías compartirme.

No sé si conserves
la canción, es posible
que la hayas borrado
como me borraste
la ilusión. Si no es así,
podría entender
que no tuvo final
porque permanecerá
como un inédito
que debe esperar
un encuentro más,
quizás no para explicaciones,
si no para develar
la frase final,
la que nunca
en este desengaño
para mí fortuna
tuvo un beso,
si no mis labios
estarían desangrando
en su primera caricia.

No puedo guardarte
nada que esté lejos
del amor, porque
soy humana como
no lo creías,
porque me confundí
contigo, porque los
que razonamos tanto,
en cosas del amor
también nos confundimos.

Ilusionada de ti
o ilusionada del amor,
prefiero seguir creyendo
en el amor, sanar mis heridas
y no volver a confiar más en ti,
porque no puedo negarme
el derecho de amar
por la decisión que tomaste
o tomaron por ti,
porque el mundo que me creaste
o que yo formé para ti
solo fue una cajita de cartón,
una ilusión que se aprende
con corazones dibujados
por todas las paredes
y el llanto corriendo en las esquinas.



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