Aún tu ausencia duele


 Michael Sandoval (primero de la derecha)


Aún continúo mirando tus fotografías,
aún mi mente continúa perturbada
cada vez que recuerdo ese video aficionado
en el que te veo desde lejos
tratando de levantarte de la calzada.
Aún me atormento con las notas
de todos los diarios,
aún me niego a leer
estas líneas de la vida
en las que tus nombres y apellidos
reposan injustamente sobre una lápida.

Aún tu sangre derramada en la vía
junto a la de nuestro padre la tengo
en mi retina, aún te escucho gritando
de dolor. Eres muy valiente
y sé que siempre te aferras a la vida, pero
en ese momento no hubo nada
ni nadie para salvarte
de la imprudencia de aquel muchacho
que no tiene la más mínima
dimensión de lo que ha provocado.
En ese momento hubiese querido
ser tu ángel y no pude.
Yo sólo dormía, esperando
en el amanecer el nuevo día.
Jamás imaginé una llamada
a la media noche para escuchar
que te habías marchado para siempre.
No eras tú, no eras tú y nunca serás tú.
Esto duele cada día más
y es casi imposible de evitar.

Los días pasan como las páginas de un libro
que lees sin ganas, pues no puedes
soportar que el protagonista
haya abandonado la historia
en los primeros capítulos.
Los días se han vueltos simples
como una taza de café que dejaste enfriar,
los proyectos que tenía
ya no tienen el mismo enfoque,
los viajes que emprendo
ya no llevan la misma alegría,
cada paso que doy
me va recordando que no estás
y siento que no podré vivir
un segundo más.

Estos días de vida que tengo sin ti
son los más tristes, tú sabes que puedo
sonreír, pero que mi alma se ha quedado
a tu lado, tratando de encontrarte
en otras personas, tratando de buscar
otra realidad entre sueños y pesadillas,
imaginando que la vida
es sólo sueño
y que pronto despertaré
a tu lado, en el lugar
en el que ahora estás hermano.

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