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Mostrando entradas de febrero, 2016

PALOMA

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Era como esa paloma que se intimida cuando alguien se le acerca, entonces emprende el vuelo, se va alejando de la tierra y se va aproximando al cielo.

SOSPECHA DE AMOR

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Cuatroscientos cuarenta y cuatro escalones, parecían tomados de la mano, aunque solo fueran dos corazones queriendo amarse sin levantar sospechas. Avanzaban al Cerro Santa Ana y al pináculo de un beso entre los candelabros de la ciudad y la mirada del río Guayas. Ella lo amaba sin sospechas, se lo confesó en el barrio Las Peñas, él le entregó una flor que le robó su amor. Almas emancipadas, envueltos en sus propios hálitos se aguantaban la primera caricia en sus labios.

FUGA

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Pensé que escaparías con tus sueños, pero no, los dejaste aquí como si ellos te hubiesen dejado a ti. ¿En dónde estás en estos momentos? Tus sueños no han dejado de preguntárselo un solo instante a la luz del sol, a la luz de las estrellas, a la luz de esa lámpara que dejaste encendida en tú habitación como señal de que algún día regresarías por ellos a reconquistarlos, a esperar la reconciliación   como ellos te esperaron todo este tiempo.

A SU MAJESTAD SEÑOR MAR

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A su majestad solo soy la efervescencia de sus olas que a veces pasivas me humedecen los pies, esos pícaros que no paran de sacudirse y saltar en la arena, esos que se escarchan a su orilla cuando el crepúsculo refresca al cielo y el sol se sonroja al abatir en usted. A su majestad solo soy la sal de sus aguas precipitadas, de sus olas encorajinadas, de su deseo vehemente de arrasar con todo porque trae en la corriente cálida el llanto de un niño que no sabe si mañana podrá construir castillos de arena en sus riberas. A su majestad siento que me lleva con usted cada vez que trae una ola nueva, una más impresionante que otra. Es frío en mis extremos, es la liberación de mi cuerpo en esa guerra de retirarme con mis sueños, es el bálsamo más profundo que no ha dejado de serenarme la piel.

ABUELITO

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No tenía fiebre, era la temperatura de su habitación, se recordaba orando y oraba cada  mañana, cada noche, cada día memorias de algo que aún no comprendía. Él me buscaba en su conciencia, yo lo encontraba en aquel tronco de madera escapando notas en su rondador, soplando coplas al viento, olvidando la locura que en su mente solo era música. Era el hijo del hombre regresando a ser niño, era el niño de más de catorce hijos y el hijo de su rondador y su rondador un padre consentido. Vengo esta mañana a pedirle su bendición, no entristezca ante estos versos, solo fue mi inspiración que a veces pierde los sentidos cuando alguien piensa que usted los ha perdido. Vengo por un abrazo por un recuerdo deshojado en su conciencia, por un café con pan para desayunar juntos en la mesa y tan solo por escapar en los suspiros de su rondador, abuelito.

ACRÓSTICO MARÍA

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M i abuelita, en tus manos A nidas el cuidado infatigable de catorce hijos, eres el R etrato más fiel del amor y la perseverancia. Es I nvalorable tú fuerza, tú lucha diaria es A dmirable, eres la guerrera de las vidas de tus bisnietos, nietos e hijos. Te amo abuelita. Tus manos son hermosas, porque con ellas has sembrado las flores más lindas del campo.