No tenía fiebre, era la temperatura de su habitación, se recordaba orando y oraba cada mañana, cada noche, cada día memorias de algo que aún no comprendía. Él me buscaba en su conciencia, yo lo encontraba en aquel tronco de madera escapando notas en su rondador, soplando coplas al viento, olvidando la locura que en su mente solo era música. Era el hijo del hombre regresando a ser niño, era el niño de más de catorce hijos y el hijo de su rondador y su rondador un padre consentido. Vengo esta mañana a pedirle su bendición, no entristezca ante estos versos, solo fue mi inspiración que a veces pierde los sentidos cuando alguien piensa que usted los ha perdido. Vengo por un abrazo por un recuerdo deshojado en su conciencia, por un café con pan para desayunar juntos en la mesa y tan solo por escapar en los suspiros de su rondador, abuelito.