DOLOR AL ALMA
Sé que un alma no puede ser de acero, pero la que ella llevaba puesta lo era no por falta de nobleza sino por lo que su nobleza podía soportar. En la carilla de una de las hojas de su cuaderno de versos vi recostarse a sus pensamientos. Estaba en su segunda década vacilando tantos anhelos, meditando lo que muchos le prometieron y con el tiempo jamás cumplieron. Cuando la decepción la atacaba leía las historias que su memoria inventaba, hablar con ella era comprender un libro sin necesidad de leerlo. Cuando estaba molesta todos pensaban que era feliz, era casi un fenómeno para ellos, demasiado humana para sentir. Nunca marchaba al marcar de las manecillas del reloj, cualquier reloj estaba controlado por su carrera de atleta. Su cuarto era una biblioteca, su vida una colección de momentos de los que pudo registrar lo que ahora está escribiendo. Cargando la cruz de la abnegación, en su alma le fastidiaban las sobras ...