FRENTE AL ALTAR

Entonan un fa en mi mejilla
los continuos sollozos
que se han colgado en mi rostro.
El ser que me ha confiado la vida
está mojándose en mis ojos
y solo entiendo que por ella lo dejo todo.

Él me ha regalado la dicha de tenerla,
mi ofrenda con humildad la ha recibido.
Disfruto de este placer de amar,
de amar orando,
de enseñarle a la vida el amor
hasta comprometer
la dirección de mi destino.

Le he ofrecido la inquietud de mis sueños,
el recomienzo de lo emprendido;
todo lo que soy,
todo lo que he construido
no tienen ningún valor si la felicidad
se aleja del ser más tierno
que habita en mi planeta.

Mi Dios, en tus pies he colocado
mi vida, en tus manos he depositado
su corazón y tú lo has sanado,
sí, tú que has creído en mi fortaleza
para cumplir mi sacrosanta promesa.

Tú, mi Dios que has comprendido
la inmensidad de mi amor,
el tesón de mi profesión
de amarla sin límites de espera.

Es ahora un re sostenido
el que se entona en mis gemidos.
Mi Dios no permitas
que mi arsenal se extermine,
que el valor de mi corazón desmaye;
me quedan pocas fuerzas, pero sé
que soportaré la máxima
velocidad de mis dolores.

Mis días pasan en un hospital,
en un hospital mi vida se aguardará.
Sólo una persona conoce
los detalles de mi ofrenda.

Cada vez que se abre
y se cierra esa puerta
mi concentración se atormenta.

Ahora tengo que continuar fingiendo
que soy valiente, que jamás
mis sentimientos se han infartado
por un momento.
Mi Dios, tú sabes que frente a este altar
he cambiado mi cobardía
por los caminos de un agradable dolor.

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