VIAJANDO POR EL DOLOR

De pronto le escribirán
las sonrisas de la muerte,
los silencios de la vida.
Tan pronto como se sacuda la alegría,
y se rebose de tristeza
empezará nuevamente a toser la vida.

En que los abrumadores viajes
se aglutinen en su casi
infatigable cuerpo
que perfectamente engaña
lo que trae por dentro,
exprimiendo disimuladamente
las últimas lágrimas al dolor.

¿Será que se perderá
en sus pensamientos?
la locura le hace
un llamado de atención
y ella parece obedecer
con resignación.

No ha podido gritar como quisiera,
no ha podido llorar como debiera,
su pertinencia pocas veces la retienen,
la retención se suelta parcialmente.

Se ha colocado una cadena 
que al llevar por insignia una paloma
trae consigo paz, esa paz que no
llega con silencio, que se desentiende,
que parece empezar cuando
los sentimientos templan sus quejidos.

Se grabaría aquel paisaje
que transcurre cotidianamente,
pero no lo hace para despistar
y mantener despierta a su mente.

Se vuelve adicta a las pastillas,
antidepresivos la mantienen activa,
la vuelven mecánica y menos pensativa.

No me explico qué
la pueda  mantener viva,
no sé quién la levanta,
desconozco lo que la deprime,
quisiera saber qué es lo que mira.

Ha dejado marcada las ventanas
de los buses
de devaneos y congojas
y en los asientos
ha recostado sus sueños,
unos despiertos, otros dormidos,
pero todos con un terrible
dolor de espalda,
con ganas de salir corriendo 
y fundirse entre
los que parecen estar vivos.

Todos ignoran con lo que pueda
curar sus heridas;
he visto que la sonrisa
de un ángel la entretiene,
ella lo mira fijamente
y una entrañable energía de él
adquiere y vibra otra vez su vida,
toma la lija y sigue
esculpiendo el sufrimiento...
después muerde el cemento.

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