AYER, ESTOY AQUÍ



Regresé a esa primera caída
con la que aprendes a levantarte temprano.
Andar en bicicleta te cuestan
las marcas de los codos y las rodillas.

Regresé a la más grave de
mis travesuras, a refugiarme
debajo del mesón de la cocina
para escaparme de la paliza que merecía.

Regresé a las fantasías de las
películas que se alquilaban y retrocedían
para verlas en el DVH.

Regresé al parque en mi intento
por patinar, en el que anduve
descalza por su césped
y me di mis mejores trampolines.
Ese parque al que ahora lo adorna
el cemento y no los dinosaurios
que un día fueron en sus ficus.

Regresé a las calles de mi tierra
donde yace petrificada mi niñez.

Regresé a escribir se vende helados
detrás de los aportes de la escuela
para comprarme mis dulces favoritos
en la panadería de Don Oswaldo.

Regresé a tumbar las guayabas
que me tentaban desde el patio de la casa,
a saltarme las barreras de
construcción de la capilla
para llegar más pronto
a la tienda de Don Polo.


Regresé a perder por accidente
cincuenta mil sucres,
a no comer en el receso
para comprar cromos
en la librería de Don Valarezo.

Regresé al vecindario
en el que supuestamente
habitaba una bruja.

Regresé al rincón del jardín
para observar con los demás
niños la escalofriante mano peluda.

Regresé a pintar de azul
los rostros de las figuras
con los que nos hacía practicar
la maestra, no sé por qué,
pero siempre tuve necedad
por éste color y eso ponía
de mal humor a la Bachita.

Regresé al minuto cívico
a declamar mi primera poesía:
Banderita ecuatoriana
te saludo con fervor…

Regresé a cantar
Guayaquil de mis amores,
el Chulla quiteño
y la Chola cuencana
en los libros de Patito Lee.

Regresé aquí donde
vivir no representaba un peligro,
ser feliz era lo más natural
y equivocarse era la raíz
cuadrada de tú promedio
en las libretas.

Ayer era seguro disfrutar
de una raspadilla, escarbar
el hielo con el sorbete
mientras en una banca
analizabas el ocaso
sin la más mínima preocupación.

Regresé a golpear los bolos
en la pared para sacarme
el estrés y a entender
que los recuerdos más simples
de la vida son los
que todavía te dan alegría.

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