UN SUEÑO DESMATERIALIZADO


Un juego de muebles
al que le falta una butaca,
un estante que me hizo mi padre,
que se lució en todos los cuartos
en los que estuve
y que hoy se pudre 
en el garaje de la penúltima casa.

Una colección de discos
tirados en el piso,
unos libros mojados
cogiendo mal olor en los cartones.

Un comedor arrinconado
terminando de apolillarse,
una paila aplastada en el viaje,
mis libros de la Casa de Ositos
para aprender a contar,
después de veinte años
ahora rayados.

Éramos un hogar,
hoy somos cuartos separados,
eso me dijo mi padre,
ni la escoria de lo que un día
fuimos hoy queda
y ojalá algún día
volvamos a reunirnos.

Cuando dividí la fotografía
de mi familia, presentí
nuestra separación
no porque estuviésemos peleados
si no porque cada quien
salió a vivir su propio sueño,
o quizás solo fui yo
la que quiso escapar con su sueño.

En esa fuga dejé todo atrás,
me desmaterialicé,
dejé de pensar en los otros
y los otros hoy me hacen ver
que no he conseguido nada,
aunque yo crea que he vivido
en siete meses
lo que jamás podría vivir 
en siete años.

Una cómoda cuyo espejo
se quebró en el traslado.
Doce veces nos hemos cambiado
de casa; doce veces
se han roto las cosas
y otras se han ido deteriorando.

Una mesa de computador
usada por la mitad 
y la mitad de toda mi historia
hasta hoy es un mañana
en el que no sé qué pasará.

Dicen que de sueños
no vive la gente
y yo no quiero 
vivir como la gente,
yo quiero estar entre la gente
entendiendo qué es la gente
sin despertar del sueño.

Un día lo verán,
verán brillar mis sueños
en la realidad y si todo esto 
me ha costado,
quiero seguir costeando
mi futuro para tener un presente,
un presente luciendo
la sortija de esta poesía
que para muchos son versos,
versos ridículos
que no valen nada,
que cuestan el hambre,
sin saber que esa es para mí
la sortija más cara del mercado
y la más difícil de escoger.

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