EL DÍA


Si entristezco el día
lo hace conmigo,
me acerca a su luz,
me seca las lágrimas
con los rayos de su sol
y me va alegrando
el espíritu,
me va sanando
desde adentro
mi alma bipolar.

El día y yo
somos bipolares,
calentamos y enfriamos
al mismo tiempo,
reímos y lloramos,
y entre nuestras cualidades
y defectos
siempre amaremos
registrar todo lo que vivimos
para vivir los recuerdos
allá en el utratumba
donde los muertos
vuelven a creer en la vida.

El día es tan loco
como yo,
es tan variable
y nos parecemos.
El día conoce
todos mis secretos
y es muy discreto.
No le cuento nada,
lo sabe todo
y en la noche
con sigilo me los guarda,
luego se escapa
y en un susurro
me dice: descansa.

En noches como estas,
en un lugar de espera
le escribo al día.
Tenía que esperar
a que terminara
de trabajar
para que en una
conversación íntima
mirando a los pocos luceros
que me hacen un guiño
desde el cielo,
decirle que estoy
muy acostumbrada
a vivir en estas tierras
que no son las mías,
pero que siento
pertenecer a ellas
en cada huella
que mis pies le dejan.

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