MAMI ANITA
Te extraño este y todos los días,
en mis sueños, en el despertar,
en las tazas y en los platos azules
que me heredaste
para jugar al té
y en lugar de simular
preparar infusiones,
tomé los ajíes del patio de casa,
los coloqué en los platos
y yo misma los mastiqué,
y lo que hice fue llenar
las tazas con agua
para calmar el ardor
de mis manos y lengua
tan traviesas.
Sigue siendo realidad
eso que imagino:
que me sostienes
con tanto cariño,
que besas mi frente
con tus labios de carmesí,
los últimos que vi,
los últimos que recuerdo.
Te quedaste en la memoria
de esa pequeña de tres años
que aún te recuerda
con tú vestido dorado
de ‘bolitas negras’,
con tú pelo corto
teñido de canas ,
con los zapatos negros
con los que posas en la foto
sentada en una silla blanca.
Me acuesto pensando
en tú existencia allá en el cielo.
Me estás viendo,
eres la única que conoce
todo lo que palpita en mi pecho.
Me estás sonriendo,
eres la única
que sabes que no miento.
Cómo quisiera que el tiempo
te hubiese dejado un poco más
conmigo, cómo quisiera
reencontrarme contigo,
mas tendría que ir donde
tú estás y dices que todavía
no es el momento para mí,
por eso me proteges
y te guardas en mi corazón,
desde allí como un ángel
me salvas de los peligros.
Por siempre Mami Anita
quiero bailar contigo esa vals,
el vals de la vida que se goza
en ese lugar celestial
donde imagino que estás
y donde un día nos vamos
a reencontrar, tú tendrás
una sola edad,
y yo ya no estaré de tres años,
no sé de cuantos años iré
a buscarte al descanso eterno
y a refugiarme en la eternidad
de tú abrazo, sigues siendo la única
que me hace vencer el miedo
a la muerte solo por verte.
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