LA VIDA EN TUS OJOS, NATHALY…

Era ese mundo
dentro de ti
que me gritaba
desde tus ojos.
Te miraba tan profundo
y tus pupilas
parecían sonreír.
¡Qué deseo
tan repentino
de entrar por tus angustias,
de verme en tus luceros
desde adentro,
de querer sentir
desde tu pecho
este padecimiento
que no te permite
avivar una sola palabra
para los que estamos aquí
tomando tus manos,
viendo pasar
este tiempo tan áspero!

Te sonreí desde que llegué
y así me despedí de ti.
Cuando el espíritu
retorne a tu cuerpo 
nos espera una fiesta, 
habrás dejado el silencio,
ese silencio que se escapa
de tus labios que tratan
de pronunciarme algo,
porque sé que me entiendes,
sé que entiendes
lo que te estoy diciendo
y aunque no puedas responderme,
la respuesta está 
en el destello de tus ojos,
en los latidos que puedo leer
cuando me acerco más a ti.

Casi llevamos los mismos años
y el tiempo ha sido implacable con las dos.
El tiempo corre para mí
y para ti éste hizo 
una vasta estación
en tu cuerpo.

Quiero verte cantar,
quiero escucharte decir
que quieres vivir.
¡No te detengas!
No sé qué digan los médicos,
yo te quiero decir
que puedes levantarte;
tus ojos me dicen
que quieres estar de pie,
que quieres andar
más que antes.

¡Cómo demostrar 
mi impotencia ante ti!
He llegado hasta aquí 
con este ramo de flores
de rosas rojas y girasoles
para juntas ver los colores
que esta vida te debe.

¡Qué injusto verte así!
¡Qué injusto saber de ti
antes, conocer de ti ahora
e imaginarte todos los días
en ese asiento
mirando a la nada
y la nada llevando
el control del tiempo.

Contar cómo te vi
así, se me queda
el alma sin habla.
Mis palabras 
no son nada,
no expresan nada
de cómo estás vos
en ese cuerpo
que no representa
tú espíritu,
que te ha quitado
la facultad
de habitar en movimiento
este mundo
en el que vas haciendo espacio,
en el que quisiera que ocupes
el lugar que te corresponde.

¡Qué afortunados somos
los que con nuestras facultades
íntegras nos andamos 
quejando de la vida!
¡Qué afortunados somos
porque nuestras quejas se articulan
y se oyen!,
y las de ella,
y las de ella
nadie las interpreta,
nadie las ve saltar
de su cuerpo,
nadie ni siquiera murmura
la quietud
de su extraño silencio
que en pausa
se irá despegando
de su existencia
hasta despertarla 
de este sueño 
de vivir 
en este planeta
llamado Tierra.



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