Nuestro primer encuentro (14 de abril de 2017)
Quería
conocerte
sin
saber tú nombre,
sin
saber quién eras,
de
dónde vendrías
y
cuántos años tendrías.
Sólo
quería conocer el amor
en
algún momento,
en
ese que pensaba
que
no llegaría.
Estaba
ansiosa
y
con un candado en el corazón.
Había
desaparecido la llave,
no
quería que nadie más
ingresara
para causarle dolor,
pero
tu lograste abrir
sin
ninguna llave y con
toda
tu ternura esa cerradura.
Llegarías
a Cuenca,
vendrías
con alma de soñador
a
la ciudad de los cuatro ríos.
Sabía
que vendrías
y
no estaba en mis planes ir
a
recibirte.
De
pronto estuve ahí en el terminal,
tú
de espaldas, confundido entre tanta
gente
que transitaba por los pasillos,
yo
cómo adivinar quién eras,
hasta
que ella te recibió y yo
esperé
que te acercaras
guardando
la distancia.
Saludamos
con el beso en la mejilla,
yo
me mantenía muy fría,
había
salido de casa
rogando
por dentro
que
aquel que fuera a conocer
en
esa mañana de abril
se
convirtiera en el hombre de mi vida.
Salimos
del terminal
y
empezamos nuestra travesía
por
la bella Cuenca.
Recorrimos
caminando,
mostré
ante ti mis dotes
de
historiadora y traté
de
contarte una reseña
de
cada lugar. También
existían
situaciones que ignoraba
y
así te lo expresaba.
Hicimos
fotografías,
nos
divertimos con cada pose,
escuchamos
al Tomebamba,
apreciamos
las pinturas
de
José Luis Toaquiza
en
el Centro Cultural Chaguarchimbana,
movimos
nuestras cabezas
al
ritmo del metal
con
Desarraigo
hasta
luego llegar
al
Prohibido Centro Cultural
para
valorar el arte oscuro.
Cerramos
el día
con
una salida nocturna
para
beber un poco de
cerveza
artesanal.
Nos
hicimos amigos
y
la semilla del amor
se
empezó a sembrar
sin
pensar que esto
después
de algunos
meses
daría sus frutos
y
una nueva historia se comenzaría
a
escribir.
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