EUTANASIA 16

Décimo sexto día de marzo;
dieciséis años fermentando
los primogénitos veinte de vida, mientras que 
dieciséis semanas en el Congreso
se discutía la ley de eutanasia
que hoy a las dieciséis horas
con dieciséis minutos fue aprobada.

Décimo sexto día de marzo,
es su cumpleaños. Sube la escalera,
un pie arriba, otro abajo,
y sin compás suma
y resta treinta y seis años.

Décimo sexto día de marzo,
ha pedido un deseo:
morir duele mucho menos que vivir,
amorfa la vida, la muerte
se le acomoda pacientemente
a la orilla de su cama.

Eutanasia con total desesperación
reclama en el décimo
sexto día de marzo;
fuera de la bóveda con olor a cebolla
galenos aceptan su pedido,
sacerdotes y pastores cuestionan
sus decisiones y familiares
solubles a la causa se resignan.

Curten la fecha, ya no quiere esperar más;
aderezan esperanzas que no expiran
jamás. Décimo sexto día,
el mes se desconocía, 
la última pizca de vitalidad le quitan,
y empujando los pulmones intenta
decir gracias, pero ya es tarde,
se secó su sonrisa.

Dieciséis días en marzo del siguiente año,
debió haber despertado, no lo ha hecho,
tan simple, de inmediato hay que desconectarlo.

Dieciséis días en marzo, a los dieciséis
segundos de decidirlo
la eutanasia se detiene,
dieciséis cosas pendientes lo retienen.
Miradas desconcertadas no pueden creer
que sus ojos están abiertos,
son mis ojos los que leen
al tiempo que voy escribiendo.

Dieciséis días con la misma pesadilla,
que no debían quitarle la vida
y a los dieciséis días de volver
eutanasia encarna en una asesina,
dispara, dispara y su esperanza
de quedarse se anula.
Hace dieciséis años que está en coma,
ya no lo resiste y la pide,
pide a Eutanasia, pide conocerla
y descansar en un punto aparte con ella,
y Eutanasia en el lado izquierdo
de su moribundo cuerpo
lo espera, lo espera, lo espera. 


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